Atlántida de lágrima. Paraíso de niños.
Su voz venía en círculos celestes
empujando mi canto desde antes que naciera.
De harina eran sus manos, de pan tibio
fácil para los huérfanos y para los mendigos.
Eran de cal-- de cal blanca de amor, de cal tranquila
pegada sobre el frío de los cuartos de hospicio.
Su actitud de criatura desterrada
tenía el resplandor de lo que va a perderse...
Nunca fue más humano mi dolor que en sus brazos
y aún a través del tiempo lo acunan y lo mecen.
Bajo las "veraneras" de su palabra
giraba el mundo azul como una peonza de alegría.
Su asistencia me daba la estrella de la tarde
tal como si me diese el pan de cada día.
Su amor fue más que amor, una presencia diáfana.
un sentir el espacio como poblado de ángeles
y marchar ciego entre mareas de fragancia
y ver el Universo desde el mirador de lo inefable.
De ella heredó los ojos esta noble tristeza
que alienta con la gracia de las estrellas solas.
De ella es esta virtud de ir tocando las cosas
com amorosa fiebre. Toda mi vida es ella
--tumba la más piadosa para la dicha muerta,
añoranza que estrecho como un ramo de rosas.
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